Escondido en la planta principal de un edificio de l’Eixample de Barcelona, este pequeño hotel es una capa más de la historia de la ciudad.
El edificio, de inicios burgueses, fue construido en 1890 por Enric V. Sagnier y su compañero Joan Rubió i Bellver, grandes arquitectos de la ciudad. Sagnier, considerado el arquitecto con mayor número de construcciones en Barcelona fue uno de los más importantes de la época modernista, junto a Gaudí, Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner.
A principios del s.XX, este antiguo palacete fue la residencia de los marqueses de la Motilla. Años después, diversos miembros de la familia Llimona también vivieron en esta casa. Josep Llimona, reconocido escultor y principal representante del modernismo catalán, su hermano y pintor Joan Llimona, y su hija Núria Llimona conocida por sus pinturas de paisaje urbano de l’Eixample.
Como muchos edificios de la ciudad, este ha sufrido varias modificaciones a lo largo de los años. Durante la década de los 50, pasó a ser la sede de la Mutua Industrial y Comercial de Barcelona. Fue en esta época, cuando se pintó el gran fresco de la entrada, obra de Pau Ollé del año 1956, de inspiración novecentista. También se remodeló la fachada y se colocaron los bajo relieves, donde destaca la representación del dios Hermés. Según la mitología griega, Hermes y Hércules, descubrieron y fundaron la ciudad. Por eso se creía que la ciudad de Barcelona estaba bajo el influjo protector de Hermes, representación de la prosperidad y el comercio y símbolo favorito de la burguesía catalana de la época.
A día de hoy podemos apreciar muchos de los elementos originales, donde los materiales nobles son resistentes al paso de los años y tienen un protagonismo único. Elementos como la gran claraboya de cristal de colores, las carpinterías de marquetería o los suelos de mármol blanco, mosaico o hidráulico, son de gran valor para el patrimonio de la ciudad.
Esta última reforma del hotel se adapta a la arquitectura existente, manteniendo sus elementos históricos.
El proyecto de diseño, empezó con el estudio y análisis de los elementos originales, eliminando las capas acumuladas durante décadas de renovaciones y recuperando la esencia de los materiales nobles como la madera el mármol o los estucos originales.
Las zonas comunes casi no han sufrido alteraciones ya que sus elementos originales han sido restaurados, mientras que las habitaciones, se han reformado por completo. En ellas, aunque se reconoce la arquitectura existente, el diseño es más moderno, buscando diferenciar lo nuevo y lo antiguo. El denominador común siempre es la calidez y la calidad de los materiales nobles empleados, como el mármol, la madera o el latón.
Al tratarse de un hotel en un edificio histórico, su distribución es el resultado de la configuración de los muros originales, dando lugar a habitaciones de un tamaño superior al habitual con techos de más de 3m de altura. Algunas de las habitaciones han podido mantener elementos originales como pavimentos de mosaico o grandes carpinterías ornamentadas de madera. Las nuevas particiones dentro de las habitaciones han intentado respetar los arcos y las formas redondeadas de la arquitectura existente, aportando unas líneas más orgánicas al conjunto.La sencillez del diseño, pone en valor todos sus elementos realzando la calidad arquitectónica del espacio.De esta manera todos los detalles juegan un papel importante en la decoración,desde los mecanismos de hierro y latón, a la elección de las lámparas. Como resultado obtenemos un espacio elegante, sobrio y acogedor.
Arquitectura e interiorismo – Gina Cebamanos Martínez, arquitecta
Colaboradores – Júlia Vallejo Pérez, arquitecta
Fotógrafo – Enric Badrinas